LAS CAMPANAS Y EL RELOJ DE LA CATEDRAL… ¿DÓNDE ESTÁN?
Pastillita para el Alma 10 – 03 – 14
Era toda una odisea subir al campanario, situado en una de las torres
de la Catedral de la Fidelísima ciudad de Chachapoyas, primero, porque
teníamos que tener el permiso del campanero, don Simón Fernández y luego
ascender por una alta escalera de magueyes pachatados, cuyos palos
transversales
amarrados con guanchiles temblaban en cada paso que
dábamos, pero, todo eso no importaba al tener en nuestras manos la
soguilla del badajo de la campana y tirar con fuerza para escuchar el
sonido grave que rompía el silencio de nuestro apacible pueblo, llamando
a misa a las 6 de la mañana o al rezo del Angelus y el Santo Rosario a
las 6 de la tarde, o muy de vez en vez, tocando rogativas cuando había
algún difunto, porque en esos tiempos no eran muy frecuentes los
sepelios, entrándome la duda, si era, porque había pocos, pero muy
buenos médicos o porque había muy escasa población con buenos hábitos de
vida.
En la otra torre de la catedral estaba el reloj grande y
redondo, con fondo blanco y números negros, con sus dos manecillas,
marcando nuestro tiempo de paz y tranquilidad. Cuantas veces lo he visto
desde el balcón de mi casa señalando que teníamos que cumplir con
nuestras obligaciones a la moda inglesa o francesa pero nunca a la
hora Cabana, y aunque no se crea, andaban casi sincrónicamente con los 4
relojes de la torre de la Municipalidad, de donde miraban a los
barrios de Yance, La Laguna, Santo Domingo y Luya Urco, según los 4
puntos cardinales.
Para explicar porque viene este comentario, debo
referirme a una linda fotografía histórica del año 1927, seguramente del
archivo de nuestro querido e inolvidable Ubicho Cabañas, donde nos hace
notar, la presencia de esculturas de leones en sus pedestales de mármol
en las 4 esquinas de la plaza de armas, que creo, también
“desaparecieron” coincidentemente después de un terremoto, al igual que
ha sucedido con las campanas y el reloj de la catedral, después del
movimiento sísmico de 1967. ¿Será cierto que existen terremotazos que
destruyen el mármol y el bronce?..., de 1928 no sé, pero, de 1967,
grandazo, grandazo, que digamos…, no fue.
Definitivamente en el
cargo que muy bien y eficientemente ejerce Manuelito Cabañas, tratando
de divulgar la belleza de toda nuestra Región Amazonas y muy en especial
de la ciudad de Chachapoyas y en su preocupación de buscar atractivos
turísticos de interés para las personas que nos visitan, es muy loable,
su preocupación de encontrar todas estas reliquias que son propiedad de
todos los amazonenses y no de algunos señoritos o señoronas, que con el
pretexto de que son guardianes de nuestros tesoros artísticos y
culturales, en el mejor de los casos, ahora los tienen como adornos en
sus salas y dormitorios o amontonados en un altillo lejos de la vista de
los vecinos o también, han “desaparecido” como el Niño del profesor
Gilberto Tenorio Ruiz.
Los que nacimos al final de la década del 30 y
pasamos nuestra infancia en el 40, seguro que recordamos la belleza del
kiosco frente a la catedral donde competíamos con bolitas de cristal,
bolitas caramelas y choloques y servía como refugio cuando jugábamos la
pega librada y los sábados y domingos escuchábamos las famosas retretas
con la banda de músicos, algunas de las cuales venían de Conila o de
Colcamar para competir con los Herrera y donde nuestro Ashito Puerta,
recién se iniciaba en el arte de la música, junto con mi gran amigo el
“varón” Herrera, un gran artista de la trompeta con sordina, y que según
decían era hijo de don Panchito y vivía en la casa de doña Melchora
Angulo, de donde nos convidaba las ricas cemitas o los murones y uno que
otro bizcochuelo y que lastimosamente murió prematuramente. Maravillosa
esa época donde todo el pueblo se reunía para pasearse dando vueltas
en la plaza y aprovechar para chismocear, contar chistes o intercambiar
saludos entre las familias y a veces rajar de algunos personajes, que
porque conocían la Costa, tenían su quinto de secundaria, se figuraban
de la alta sociedad y se apartaban para no juntarse con la chusma que no
entendía cuando hablaban monsiur, madam o mecié, sin saber que una de
las mujeres más famosas de nuestra tierra nació en Taulía de Molinopampa
y jugó un papel preponderante en la Batalla de Higos Urco con la que se
inicia la Guerra de la Independencia de nuestra Patria y
lamentablemente creo que no hay ninguna calle, barrio, colegio o escuela
que lleve el nombre de doña Matiaza Rimachi. Ya pues, don Diógenes,
póngase las pilas y hágalo en esta gestión, que para su otro mandato ya
le daremos otros encarguitos.
Una interrogante, el kiosco lo llevaron a la plazuela de Burgos y ahora ¿Dónde está, ah?
Buena la iniciativa del Director de DICETUR, que debe ser tomada,
también, como bandera de lucha por el Director del Instituto de Cultura,
mi amigo Pepito Trauco, un magnífico profesional, que hizo un buen
trabajo en Barranco en el teatro Parra del Riego y en un Asilo de
Ancianos Mercedes Araoz por Atocongo, en la gestión aprista del Dr.
Jorge Del Castillo en la Municipalidad de Lima y que por el tiempo que
viene ocupando el cargo de Director tiene que poner, junto a otras
calificadas autoridades, todo su empeño para embellecer la capital de la
Región Amazonas, que ahora ya no luce ni siquiera con sus sombrerudos, y
hay solo uno que otro sobreviviente de la tercera edad, que en su andar
cansino y su lenguaje pausado, esconden y añoran un pasado glorioso de
nuestra Fidelísima ciudad de Chachapoyas, que disimuladamente les roba
una lágrima.
Don Diógenes, juntamente con la Fundación Eco Verde,
exija, que en todos aquellos balcones de casas coloniales, se llenen de
maceteros de geranios, de plantas ornamentales que nos muestren la
alegría de sus ocupantes, como en algunas casas de la calle de El
Comercio. Empiece por nuestra plaza de armas, convocando a sus
propietarios y estoy seguro que todos ellos van a colaborar, total
significa embellecer nuestra ciudad y no demanda mucho gasto, ni es caro
el mantenimiento y a los renuentes, dónelos públicamente los maceteros,
para que tal vez así, se avergüencen.
Premie a los balcones
mejores presentados y sancione a los que no cumplen y si no es mucho
pedir forme una comisión investigadora para ubicar la campana, los
relojes y las reliquias que son de nuestro Pueblo y/o que a última hora
informen cual son sus paraderos, porque no nos van a hacer el cuentazo y
a decir que también los terremotos los destruyeron.
Con el derecho
que me asiste de ser amazonense y aunque sea criticado, pienso que
nuestros paisanos que gozan de la oportunidad de ocupar cargos en la
Administración Pública, tienen la obligación y el deber moral, de
trabajar por nuestra tierra y velar por sus tesoros culturales.
Disculpamos a las autoridades que en la época de Elecciones, nos
ofrecieran el oro y el moro y ya elegidos, se olvidaron de sus promesas,
y luego, después se eleven sobre las nubes, se hagan inalcanzables,
adopten poses de ser muy calificados técnica y profesionalmente, pero,
no los perdonamos que no dejen una huella positiva de su gestión y no
solo placas o monumentos.
Sepan, estos personajes, bien sean
funcionarios, directores o simples empleados públicos, que tienen ya su
recompensa, porque el pueblo los juzgará si han trabajado inútilmente o
han gastado sus fuerzas en vano, o quizás, solo sacando provecho del
puesto, de los sueldos o de los muertos y heridos que se cruzaron en su
camino.
Jorge REINA Noriega
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