lunes, 3 de marzo de 2014

La Crónica del Chusho, Don Antonio, y el Duende por Roger Mori



 Muchas generaciones han pasado dando cuenta de la existencia de numerosos espíritus viviendo en el solar Amazonense. Ningún estudio científico ha sido capaz de refutar su existencia. Así, las historias del cura sin cabeza, la chancha colorada, el duende y otros espectros han llenado las hermosas noches amazonenses con temor e incertidumbre por siempre.
Afortunadamente, Dios planto un comunero en el valle del alto Uctubamba para  traer consejo. Desconocido por su humilde condición, Don Antonio era el dueño de una gran sinceridad y sabiduría; sin embargo, muchos ingenuos desestimaban su enseñanza por ser sencilla y transparente como el aire. A los dieciséis años de edad, en un momento crítico de su existencia, el  Chusho (niño) le preguntó por el duende, pero pasaron veinte años antes de que alguien pueda confirmar la alegación de don Antonio.


El Cura sin Cabeza
Temprano en la noche, las voces de un grupo pequeño de niños resonaban a lo largo de los muros de las casas ubicadas en la esquina de los jirones Salamanca y Santo Domingo, el corazón del barrio de  Luyaurco en la ciudad de Chachapoyas. Cerca de las 7:30 de la noche, una silueta se acercó y les gritó "cuidadito con jugar cerca de mi poste de luz: La Hishpa (Orina) y la  Ishanga (Ortiga) están esperando por ustedes"; nadie prestó atención a la advertencia de doña Margarita y continuaron corriendo y gritando llenos de euforia. Dos horas más tarde, ella regresó y advirtió nuevamente "Bueno, bueno. Sigan jugando muchachos malcriados porque el cura sin cabeza baja por  Santo Domingo alrededor de las diez cada noche". De repente, todo el ruido paro, y pocos minutos más tarde "tenemos que irnos, chao", dijeron los hermanos Vázquez seguidos por los Tuesta; para mostrar su autoridad el Juanacho comandó "Vamos" y comenzó a contar "5, 4, 3, .."; entonces, para evitar un castigo público su hermano Raúl Tejedo le siguió diligentemente. Para mantener su fama de peleador callejero, y tratando de disimular el miedo “el Visha" caminó lentamente y desapareció. Finalmente, Wilder Torrejón se apresuró en decir  "Chusho vamos ahora mismo porque nadie ha sobrevivido a un encuentro con el cura sin cabeza". Así, el Chusho corrió rápidamente hacia su casa sin saber que la noche del día siguiente un encuentro con otro espectro era inevitable.


La Chancha Colorada
 Temprano por la mañana, la Tía Noema llevó al niño de siete años de edad Chusho a su finca localizada en los alrededores de la comunidad del Tingo. La camioneta inició el recorrido descendiendo hacia el Río Uctubamba. Viendo las montañas verdes y al respirar el aire frío golpeando su rostro, el Chusho imaginaba ser el dueño de la foresta. Sin embargo, una conversación capturo la atención de todos los pasajeros: "Mi hermano mayor murió el mes pasado atacado por la chancha colorada, y me voy a la Virgen Chuquichaca a ofrecer un sacrificio por su alma", dijo uno de ellos. A continuación, un silencio sepulcral  envolvió la camioneta por alrededor de una hora hasta llegar a una parada en la orilla del río.


 La travesía continuó por la tarde y después de tres horas de subida a caballo llegaron finalmente a la casa en la montaña. El Chusho tomó su honda y comenzó a llenar sus bolsillos con piedras, pero una única y celestial fragancia robo su atención; una masa del precioso tubérculo llamado Yacon, en un estado muy avanzado de madurez, magnetizo al niño. El no paró de devorar el manjar hasta mucho después del anochecer. Entonces, los kilogramos de Yacon ingeridos empezaron a liberar gases anunciando una inminente y violenta diarrea. No pudiendo resistir el dolor, el Chusho corrió hacia el árbol de Sauco más cercano, desapareciendo en la oscuridad. Atraídos por el sonido amplificado de los pedos y el olor del excremento, una banda de cerdos  gruñendo "oink oink oink oink" apareció repentinamente listos para la cena. El primer insulto "Carajo” no produjo resultados, y el niño presintió que la  chancha colorada estaba a punto de tomar su vida; en un milisegundo, su mano cargó la honda y disparo impactando a uno de ellos. Coreando un sonoro "groing groing groing", los porcinos se retiraron unos pasos hacia atrás, y empezaron a llamar por refuerzos. Aprovechando la confusión, y olvidándose  de limpiarse el poto, el Chusho corrió desesperadamente de regreso. Después de un momento, la luz de la cocina iluminó el camino, y el niño terminó el escape con un gran brinco pasando la puerta. La Tía Noema, que estaba en la cocina preparando la merienda, se asombró por el niño y su mal olor. "¿Qué pasó? ", preguntó. "Fui atacado por la chancha colorada, pero la mate" respondió el victorioso Chusho orgulloso de su proeza.


El Duende

 Mientras iba creciendo, el Chusho comenzó a comprender poco a poco que muchas de las historias de los fantasmas, o bien eran simples exageraciones o mentiras. La chancha colorada resulto ser un grupo de cerdos nocturnos comedores de excremento humano. Irónicamente, la tradición oral culpa a esta dieta por el exquisito e incomparable sabor del chancho Amazonense alrededor del mundo.

 Todavía permanece un misterio por resolver: ¿Qué sucede con los caballos dejados para alimentarse y reposar durante las noches en los remotos pastizales?. Alguien trenza sus colas y crines con la perfección de un estilista humano. "Esto es obra de un espíritu burlesco llamado duende", dicen los dueños cuando regresan a la mañana siguiente. El folklore europeo describe al duende como un espectro parecido a un pequeño hombrecito obsesionado por  el oro; sin embargo, el duende Amazonense disfruta burlando a los comuneros con trucos especialmente dirigidos a sus caballos. Es un hecho soportado por abundante evidencia contabilizando cientos de respetables testigos, e incluso fotografías tomadas durante los pasados cincuenta años o más.

Teniendo dieciséis años de edad, el Chusho estaba nuevamente acompañado  de la tía Noema disfrutando de unas vacaciones en la comunidad de Velapata. Alrededor de las cuatro de un hermoso y soleado atardecer, "Chusho, Chusho" comenzó a gritar la Tía Noema. "¿Qué pasó?" le contestó el Chusho. "Mira, Mira ahí, el caballo, el caballo…", continuó. Un comunero pasaba por su lado arriando una manada de caballos; la cola del último caballo lucia totalmente trenzada como hecho a mano. Sin duda, este retrato probaba enfáticamente la existencia del duende,  ya que los pobres campesinos no invierten su tiempo en este tipo de lujos. Esta impresión y la falta de oxígeno obligó al cerebro del Chusho  a concluir con  esta proposición: Si el duende existe, entonces el diablo y Dios también existen; por lo tanto, mi vida debe virar hacia la rectitud para evitar las  llamas del infierno.

Don Antonio
 Ninguno de los vecinos, incluyendo la tía Noema, podía ayudar a explicar el fenómeno; la mayoría de ellas sufrían de mitomanía. Las horas se convirtieron en días, y el Chusho comenzó a llenarse de pánico. Inesperadamente, él recordó al  tío Antonio: "Sí, no puede haber una persona más sabia y sobria que él." Se dijo a sí mismo. Para su fortuna, Don Antonio había llegado al caserío el día anterior.

Muy temprano en la mañana siguiente con el pretexto de pedir al tío Antonio las deliciosas papas llamadas "golosinas", el Chusho partió determinado a  definir su futuro. Después del saludo familiar comenzó el siguiente diálogo:

---Tío tienes que decirme la verdad por favor (le rogó a la Chusho).
** Hijo, ¿qué ha pasado?
--- Por  más de cuarenta años, arreando ganado has caminado muchas veces por las cordilleras. Tampoco bebes alcohol.  ¿En alguna oportunidad se cruzó el diablo u otro espíritu en tu camino?
** Como tú dices, he estado en las montañas y temples muchas veces, pero la fortuna me ha eludido. Solamente una vez, mientras dormía en una cabaña un fuerte ruido me despertó. Un pequeño depredador nocturno estaba tratando de robar mi fiambre de cuy frito
---Pero tío, no puede ser. Ayer vi al caballo con la cola trenzada. Es el duende, ¿no?
** Oh! He visto esos caballos muchas veces. Pero recuerda, que el viento en la cordillera se arremolina fuertemente, y los caballos se acuestan boca arriba sobre sus espaldas. Además, una simbiosis permite a algunas aves nocturnas alimentarse de las garrapatas de los caballos.

La calma vino sobre el Chusho. Notando su predisposición a escuchar, Don Antonio entrego su mensaje final.

---El único diablo que conozco se llama "hombre." Nunca confíes en él, porque está repleto de traición y envidia. Aprende a caminar solo si deseas alcanzar la cima de la montaña.
** Gracias tío Antonio.
--- ¿Puedes ver la cabaña en frente de nosotros?
** Sí, si la veo
---Mi compadre Máximo vive allí. Él vino a mí con la historia del duende, pero no pude creerle porque yo  termine la escuela primaria pero el sólo llego a transición. Sigue mi ejemplo: cree en Dios, camina por ti mismo  y escucha solo a los sabios y entendidos para que tengas una larga y feliz vida.


La Verdad
Desde entonces, los espíritus desaparecieron; sin embargo, la anécdota del tío Antonio  ha superado la barrera de los años y la distancia. Fue compartida con muchos amigos, en muchos lugares, en inglés y en español hasta que llegó un día a Vallejo, California, US, en el año 2,002. El salvadoreño Pedro Venturo es un miembro de la iglesia local que ha cosechado el respeto de la comunidad por su honestidad y buen testimonio. "Su tío Antonio estaba completamente correcto" exclamó después de escuchar la historia.  Y finalizo su elocución con ".. durante la guerra civil nuestro país quedo destruido. Los campesinos pobres teníamos que dormir con un ojo abierto sobre nuestros pocos caballitos para evitar el vandalismo: El ave nocturna, a la que su tío se refiere, ayuda a limpiar el crin y la cola del caballo."

Muchas teorías han tratado de explicar este fenómeno que ha sido reportado en el continente americano y africano: peinado realizado por otros caballos; acumulación de electricidad estática; parásitos; aves nocturnas y murciélagos. Sin embargo, la certificada instructora ecuestre Hellen du Plessis (http://www.windyhollow.org.za/About_Us.aspx)  culpa a los murciélagos. Por lo tanto, veinte años más tarde, el Chusho pudo comprender que  las sencillas palabras de Don Antonio transmitían  no solamente un mensaje de verdad pero también un mensaje de vida.


En memoria de Don Antonio Tuesta Ríos.
Roger Mori Tuesta. Febrero, 2014.

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