domingo, 26 de enero de 2014
ANITA GUEVARA VALDEZ QEPD
ADIOS ANITA GUEVARA VALDEZ
Pastillita para el Alma 25 – 01 – 14
Absorto, pensativo, tratando de hilvanar mis ideas. Qué difícil es poder resumir y definir todo el sentimiento que embarga mi ser, para decirte adiós, Anita Guevara Valdez.
Es que tú Anita, fuiste toda una institución, dónde nos enseñaste la nobleza del amor, mientras D+os nos regaló tu presencia en la tierra.
Así como en una película proyectada en el cine Central de nuestro Chachapoyas, te veo con tu
uniforme de colegiala, coqueta y garbosa, rodeada de muchos de tus compañeros, en el Colegio San Juan de la Libertad, sin miedo a don Eleuterio, ni a don Máximo, ni a don Arturo, dibujando en tus cuadernos, la caligrafía, que te distinguió y fue mensajera de frases y oraciones, que empolvadas y en papeles amarillentos, seguirán guardando secretos e ilusiones.
Como no recordar tu presencia en la Oficina de Correos y Telégrafos, tu trato amable, tu don de gente, tu corazón abierto, presto a dar consuelo al que recibe una mala noticia, o tu sonrisa franca compartiendo una alegría.
Todo fue felicidad, allá en nuestros años de estudiante, cuando el sol brillaba con la misma intensidad para todos, cuando los castillos en el aire, parecían reales y las mentiras parecían verdades.
Es el Higos Urco, el club de nuestros amores, que guardará en sus paredes de barro y de quincha, vivencias inolvidables, de tu cariño y devoción, que nunca se irán de la imaginación, de muchos de tus amigos, unos más que otros, que gozamos de tu cariño, tu amistad y tu felicidad.
Fuiste una hermana reverente que cuidó de todos tus hermanos. Vigilaste con mucha piedad la salud de tus padres y fuiste madre de hijos, que no fueron tuyos.
La vida, te golpeó intensamente quitándote a tus padres y hermanos y trató de derrumbarte, cruelmente, arrebatándote al hijo, que sin salir de tu vientre, era tu orgullo y tu esperanza entera.
Desde esa fecha fatídica, tus ojos nunca más dejaron de llorar, esas lágrimas salidas del corazón, caían desconsoladas en el silencio de tu soledad y para muy pocos que sabíamos de tu sufrimiento, fue imposible llevarte consuelo en tu desventura.
Mi familia Reina Noriega, jamás pudo devolverte ese cariño bonito que nos tributaste. Mi mamá Rosita y mi viejo David, te incorporaron a nuestra estirpe, fuiste y eres de nosotros, casi igual que mi Dorisita. Compartiste nuestras alegrías y nuestras desgracias y ocupas un sitial en el aprecio y respeto de mis hermanos y especialmente de toda mi familia Reina Rossi, que te admira con unción, por ser lo que fuiste.
Seguirás siendo la presidente de las Devotas Perpetuas de la Mama Asunta y arriba en el cielo, habrá tiempo para contemplar tus castillos y bombardas y seguro que junto a los míos, esperarás que brillen y deslumbren a todos los fieles, como en tu último agosto, sentada en el balcón de la casa de mis viejos, rodeada de los seres que te quieren y a los que nos ocultaste estoicamente, el sufrimiento que llevabas dentro.
Qué rápido te marchaste Anita. Tu David, tu Marina, tus sobrinas Anita y Elita, tu hijita Indara y todos los que te rodeamos, quisimos retardar tu muerte, pero, como siempre, nuestra fiel compañera, la que siempre la llevamos dentro, nos ganó. La tragedia de tu vida se nos escapó de las manos y vanos fueron los esfuerzos de Alberto, Raymundo y Víctor Hugo y para mí, se acabaron, como en un sueño, las llamadas de los jueves en la noche, preguntando por ti, preguntando por mi hermano, preguntando por mis buenos amigos.
Te recordaré Anita, como la soberana, que supo hacer de su vida un ejemplo de mujer, que amó, en sigilo, hasta su muerte, que no anidó, ni odios ni rencores y que por su gran nobleza, supo perdonar, dispensándome tu último adiós.
Volaste al cielo Anita, arriba entre las estrellas y como ellas, serás una más que brilla con luz propia. Nosotros no te olvidaremos. Hay cosas que un día ponemos en el corazón y de allí nunca más salen. Ahora lloramos tu partida y el dolor de ya no verte, nos recordará todas tus virtudes, porque supiste dar amor a raudales, sin egoísmos sin mezquindades, con un amor igual al que da D+os cuando bendice y santifica.
ANITA GUEVARA VALDEZ, DESCANSA EN LA PAZ Y ALEGRÍA DEL SEÑOR
Jorge REINA Noriega
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